La confianza como base de innovación en tiempos de virtualidad

Sin ella, no vamos a ser capaces de soltar lo que hemos hecho y de atrevernos a hacer cosas nuevas. Pero para eso primero necesitamos crear espacios de cercanía.

La confianza, a diferencia de la ingenuidad, se construye en las interacciones con el otro: la experiencia de tener una relación respetuosa con el próximo, el cumplimiento de los compromisos establecidos, etc. No es dada naturalmente.

En el ámbito del trabajo, así como de las relaciones personales, esta también puede darse en los pequeños encuentros, como las conversaciones a la hora del almuerzo, a la hora de fumar un cigarro o de ir a la cafetería.

Pero en el último año, a raíz de la crisis sanitaria, hemos visto que esta ha estado muy desafiada. Primero, tuvimos que probar la confianza en trabajar a la distancia. Luego, la confianza en el equipo. La confianza en poder conversar y abordar temas difíciles sin tener la facilidad del encuentro presencial. Y la confianza también de que la jefatura y los compañeros de trabajo nos van a acompañar en los distintos procesos a los que nos estamos enfrentando como profesionales.

De alguna forma, con la pandemia y en tiempos de virtualidad lo personal y lo profesional empiezan a mezclarse. Ese contexto presenta un reto importante. Las demandas están cambiando y las formas de trabajar también. Eso requiere aceptación e innovación. Y en la base de la innovación está la confianza.

¿Pero cómo podemos alcanzarla? Según el biólogo, filósofo y escritor chileno Humberto Maturana, la única forma de generar confianza es que haya honestidad. Y eso se da cuando se cumplen las promesas. Él también plantea que la confianza es una emoción que tiene como base la alegría, que ocurre cuando una persona se encuentra con otra.

De forma similar, el ingeniero civil y expolítico chileno Fernando Flores en su enfoque de gestión de compromiso ha planteado que normalmente una persona que cumple su compromiso es confiable.

Sin embargo, a medida que la sociedad se ha ido complejizando, esa confianza basada en la alegría y en los compromisos ya no es suficiente. Ahí aparecen nuevas dimensiones.

En un interesante estudio sobre nuestros “primos”, los bonobos, la primatóloga chilena Isabel Behncke sostuvo que, como ellos, nosotros los humanos somos mamíferos y primates sociales, lo que quiere decir que gran parte de nuestro aprendizaje es de una u otra manera social. Los bonobos construyen su confianza a través del juego y de lo lúdico. Esto tiene dos aspectos: primero, lo inesperado; segundo, el cuidado. Ellos están dispuestos a entrar en un espacio inesperado porque tienen seguridad de que ahí serán cuidados por los suyos.

Con los seres humanos no es distinto. Para generarla, necesitamos crear espacios de cercanía. Para un líder, eso se puede construir a través de conversaciones pequeñas, de espacios lúdicos, donde desaparecen las distancias.

Durante la pandemia, los liderazgos más controladores están generando estrés en sus equipos. En cambio, los más colaboradores o transformacionales tienen más flexibilidad para ir adaptándose a las distintas demandas que tienen las personas.

En los procesos que he estado facilitando, el escuchar ha aparecido como una habilidad de gran interés. Con esto, empieza a desaparecer la jerarquía, se abre un espacio de cercanía y la posibilidad de una transformación a través de la valoración y construcción de la confianza.

Ella es una parte fundamental de todos los programas y trabajos con equipos en organizaciones que vengo dictando en los últimos años. Se tratan de programas cortos, donde urge generar esa confianza para que las personas se sientan cómodas y puedan avanzar. Sin ella no vamos a ser capaces de soltar lo que hemos hecho y de atrevernos a hacer cosas nuevas.