Recuperar el ámbito corporal como una estrategia para los líderes

Generalmente hemos escuchado hablar sobre las emociones desde una perspectiva muy cognitiva y del discurso. No obstante, existe una esfera del liderazgo que sí se encuentra ligada a la corporalidad, a la presencia, al modo de pararnos y de movernos, entre otras cosas, y que puede tener impactos significativos en los resultados de negocio.

Les propongo imaginar la siguiente escena. Una exitosa gerente general de una empresa química debe anunciar a su equipo que se retira de su cargo. Es una tarea desafiante. Su rol ha sido tan importante dentro de la organización que las personas sienten miedo. Por eso se propone iniciar un proceso de transformación organizacional novedoso, que permita explorar las relaciones entre las personas e identificar los talentos innatos de cada uno. Utilizando el cuerpo como herramienta, en ejercicios grupales, los individuos logran reconocer sus aprensiones con el cambio, y desde la corporalidad y lo colectivo, alinear las dinámicas emocionales del equipo con el proceso de transformación de la empresa. Esto les permite identificar en forma conjunta los procesos clave del negocio que harán posible sostener la salida de la líder de forma efectiva y cohesionada.

Este caso, que me tocó conducir recientemente, representa de muy buena manera el poder que tiene la dimensión corporal para liderar eficazmente. Generalmente escuchamos hablar sobre las emociones desde una perspectiva muy cognitiva y del discurso, no obstante, el liderazgo tiene una esfera que se encuentra ligada a la corporalidad, a la presencia, al modo de movernos y que puede tener impactos significativos en los equipos.

Se trata de una relación que ha sido revisada por diferentes autores. El Método de Integración Cognitivo Corporal, creado por la bióloga chilena Carmen Cordero Homad, es una de las propuestas que he seguido particularmente. Durante 20 años, ella se dedicó a estudiar en el laboratorio de neurobiología de la Universidad de Chile, cuál es la mecánica de acción de las emociones. A partir de allí, estructuró una correlación, desde la ciencia, entre la estructura física, las recurrencias emocionales y los estilos cognitivos. Este modelo nos permite observar muy rápidamente cuáles son las herramientas de liderazgo que tienen las personas para integrarlas dentro de sus estrategias. Es un modelo que pone el foco en las habilidades disponibles, no en la brecha, por lo tanto resulta amable para las personas, tiene alta adherencia en los equipos y permite generar transformaciones rápidas y sostenibles.

No se trata solamente del mensaje corporal que estamos transmitiendo a otros con nuestra propuesta, sino de ser conscientes de nuestras sensaciones y emociones para ser coherentes entre lo que decimos, lo que sentimos y lo que estamos haciendo, tanto con nosotros mismos tanto como con los demás. ¿Nos sentimos serenos? ¿Seguros? ¿Tranquilos al momento de liderar? Todas esas habilidades de liderazgo se pueden modular de manera muy importante desde el cuerpo, y de forma muy rápida y disponible.

Cuando observamos las emociones desde la biología, las reconocemos como disposiciones corporales a la acción. Si mi objetivo es generar confianza en los demás, la emoción que nos moviliza es la alegría, el anhelo de encuentro. Pero si estamos comunicando desde el deseo de controlar el entorno, el otro percibe que no hay coherencia entre el discurso y la emoción y se produce la confusión. Generar, entonces, esa coherencia, entre nuestras palabras y la corporalidad trae claridad para nosotros mismos y para los demás, y buenos resultados de negocios para nuestras organizaciones.

Otra perspectiva que me inspira mucho, y que aborda el trabajo colectivo, es el de Arawana Hayashi, creadora del Teatro de la Presencia Social. Este enfoque propone hacer visibles las dinámicas sociales que están operando en un campo social, mediante la atención en el presente y en nuestro cuerpo. Los individuos tienen la posibilidad de moverse libremente y de esos movimientos surge valiosa información acerca de nuestros propios procesos y habilidades de liderazgo. Hay quienes prefieren mantenerse en la periferia observando, resguardando el bienestar todos, otros en cambio se posicionan en el centro e invitan a otros a seguir nuevas pautas de conducta. También podemos constatar que tener un rol protagónico no siempre es sinónimo de liderar. No hay un único modo y todos aportan al equipo. Este enfoque nos permite mejorar las relaciones de los equipos y no solo por buena voluntad, sino con la convicción de que estas dinámicas permiten empujar procesos de cambio efectivo, como fue el caso de nuestra gerente general. Gracias a esta estrategia, ella pudo reconocer sus espacios de control y la necesidad de generar mayor confianza en su equipo. Desde entonces, no fue sola a sus reuniones de negocios, ya sabía quiénes eran los líderes que podían y deseaban asumir esa tarea.

Estas dos propuestas, el Método de Integración Cognitivo Corporal y el teatro de la Presencia Social, demuestran que en el cuerpo existe una dimensión estratégica del liderazgo tanto para hombres como para mujeres, de la que podemos sacar partido para conseguir nuestros objetivos. En otras palabras, se trata de recuperar la conexión con nuestro cuerpo, volver a atender aquello que conocimos cuando niños libremente, esa plasticidad conductual e información que nos da la corporalidad y nos guía para actuar.